Mulleres en / para / por / desde / ante o Museo. A Exposici坦n.PSM
油
Exposici坦n realizada no Pazo de Tor en marzo de 2014, dentro do Festival Miradas de Mujeres na Rede Muse鱈stica Provincial de Lugo.
Coordinan: Encarna Lago e Pilar S叩nchez
O rato, cousas da vida, naceu as鱈, pero canso de que lle preguntaran como, cando e por que? e farto da compasi坦n e da condescendencia, das l叩stimas e das mans polo lombo... tivo unha idea e comezou a contar a historia seg炭n lle vi単era ao caso.
Este documento presenta una propuesta de taller sobre c坦mo los museos pueden construir redes comunitarias y de derechos. Propone seis acciones breves como "Poema de tijeras" y "Nuevos vocabularios" que involucren la reflexi坦n, el di叩logo y el intercambio de experiencias. El objetivo es explorar c坦mo los museos pueden ser espacios para la construcci坦n de comunidad y el reconocimiento de diferentes perspectivas.
O rato, cousas da vida, naceu as鱈, pero canso de que lle preguntaran como, cando e por que? e farto da compasi坦n e da condescendencia, das l叩stimas e das mans polo lombo... tivo unha idea e comezou a contar a historia seg炭n lle vi単era ao caso.
Este documento presenta una propuesta de taller sobre c坦mo los museos pueden construir redes comunitarias y de derechos. Propone seis acciones breves como "Poema de tijeras" y "Nuevos vocabularios" que involucren la reflexi坦n, el di叩logo y el intercambio de experiencias. El objetivo es explorar c坦mo los museos pueden ser espacios para la construcci坦n de comunidad y el reconocimiento de diferentes perspectivas.
Este documento discute la importancia de los museos socialmente sostenibles que promueven la inclusi坦n social, la ciudadan鱈a y la democracia. Argumenta que la acci坦n educativa de los museos puede generar un cambio social positivo al fomentar valores sociales como la igualdad, la integraci坦n y la participaci坦n de la comunidad. Tambi辿n enfatiza el papel fundamental de los derechos culturales y el acceso al patrimonio como derechos humanos.
PROGRAMA COMPLETO XVI Congreso ASAEE (1).pdfEncarna Lago
油
El documento presenta el programa general del XVI Congreso de Antropolog鱈a, que se celebrar叩 del 5 al 8 de septiembre. Cada d鱈a del congreso tendr叩 simposios, sesiones paseadas, mesas redondas y reuniones de redes sobre diversos temas de antropolog鱈a en un formato presencial. El mi辿rcoles se inaugurar叩 con una conferencia y habr叩 mesas plenarias y simposios sobre temas como cuidados, patrimonios y fronteras.
20230503_INTERCOM_DOHA_PROGRAMME_FINAL_DEF_ONLY_WORD.pdfEncarna Lago
油
Governance and Leadership Models in the Provincial Museum Network of Lugo
Modelos de gobernanza y liderazgo en la Red Provincial de Museos de Lugo
https://intercom.mini.icom.museum/
El modelo de gesti坦n y el liderazgo inspirador de la Red Muse鱈stica ser叩 presentado en DOHA en DUBAI .
VIII Congreso de Educaci坦n, Museos y Patrimonio: Compartir, incluir e integr...Encarna Lago
油
o VIII Congreso de Educaci坦n, Museos y
Patrimonio: Compartir, incluir e integrar para el futuro, organizado cada a単o por varias
organizaciones y liderado por CECA Chile, el que se realizar鱈a el 25 y 26 de noviembre del
2019, en la ciudad de Valpara鱈so.Conferencia inaugural
La educaci坦n en la Red Muse鱈stica
Provincial de Lugo: una apuesta para la
gesti坦n humanizada del patrimonio por Encarna Lago Gonz叩lez
Dice en su presentaci坦n Esteb叩n Torres Hormazabal :
Presidente CECA CHILE :Consensuamos que Encarna Lago Gonz叩lez, Gerenta de la Red de Museos de Lugo,
en Espa単a, era la adecuada para compartir su experiencia, conocimiento y afecto en
la charla magistral inaugural, dado su enfoque que pone en el centro de las pr叩cticas
museol坦gicas a las personas, en consecuencia, a las preocupaciones e intereses de
nuestra convocatoria.
Programa da RMPL no 2023: desigualdades ciclos de vida, xs maiores Encarna Lago
油
Xs nosxs maiores, cantas veces escoitamos estas palabras nos 炭ltimos 3 anos?
Trala crise, a xente da terceira idade viuse afectada non s坦 fisicamente polo agravamento das s炭as
doenzas e as novas enfermidades, sen坦n que sentiron como algo moito m叩is importante se po単鱈a
en perigo, a sa炭de mental.
O illamento deste grupo social, quen non mant辿n contacto social a trav辿s do gran fen坦meno de
masas actual, as redes, agudizouse nestes tempos.
D辿bense revisar os coidados 叩s persoas maiores, non soamente a trav辿s do 叩mbito sanitario sen坦n
colaborando toda unha sociedade non profesional do sector para mellorar o estado emocional e
psicol坦xico deste colectivo.
Escoitar e sobre todo ser escoitados, verse valiosos, mestrxs do pasado, transportadorxs de
lembranzas, instigadorxs de proxectos, valedores de maxia, as鱈 deben sentirse os nosos maiores,
e por iso, dende a Rede Muse鱈stica Provincial de Lugo, presentamos un programa de
acompa単amento para contribu鱈r na recuperaci坦n deste colectivo tan afectado trala pandemia.
Os museos acent炭an o seu traballo social e traspasan os muros internos para achegarse a s炭a
comunidade.
Algunos momentos nas Redes Sociais da Rmpl en 2022Encarna Lago
油
Este documento lista las redes sociales y a単os de varios museos provinciales en Lugo, como el Museo Provincial de Lugo, Museo Provincial do Mar, y Museo Pazo de Tor, asi como las cuentas de Instagram, TikTok, y Twitter de la Red de Museos Provinciales de Lugo (RMPL) para 2022.
Traballos de conservacion 2022 Pazo de TorEncarna Lago
油
El documento describe la restauraci坦n de un escudo de m叩rmore situado en el muro perimetral del Pazo de Tor en Lugo, Galicia. El escudo se encontraba en mal estado debido a la colonizaci坦n biol坦gica y a la intemperie. La restauraci坦n consisti坦 en limpiar la superficie para eliminar la p叩tina y residuos, permitiendo leer nuevamente las armas representadas en el escudo de la familia Varela.
ESTATISTICA DO ANO 2022 DA REDE MUSEISTICA PROVINCIAL DE LUGOEncarna Lago
油
O documento fornece estat鱈sticas anuais sobre o n炭mero de visitantes da rede muse鱈stica provincial de Lugo em 2021 e 2022, mostrando um aumento significativo no ano de 2022. Os dados s達o categorizados por m棚s, dia da semana, faixa et叩ria, local de origem e hor叩rio de visita.
ACCINS DA REDE MUSEISTICA PROVINCIAL PARA INCORPORAR A INTERSECCIONANIDADE ...Encarna Lago
油
Este documento describe el desarrollo de 23 a単os de la Red Muse鱈stica Provincial de Lugo (RMPL) en Galicia, Espa単a, desde su creaci坦n en 1999 hasta la actualidad. Resume las 9 partes clave de su evoluci坦n, incluyendo abrir el museo a nuevos enfoques, crear equipos, escuchar a la comunidad, establecer redes, planificar estrat辿gicamente, ejecutar proyectos inclusivos, innovar, y mejorar continuamente basado en los datos obtenidos. El objetivo final ha sido establecer museos
PROGRAMA.I.XORNADASDAS.LUGO.DEFINITIVO.pdfEncarna Lago
油
O grupo de traballo e investigaci坦n impulsan estas xornadas organizadas por Vicepresidencia da Deputaci坦n Provincial de Lugo a trav辿s da Rede Muse鱈stica. fo
Este identificador para citar o enlazar este 鱈tem:
http://hdl.handle.net/10347/8743
Artigo sobre Julia Minguill坦n p叩xina 396 叩 402
20garciasoria.pdf Julia Minguill坦n.pdfEncarna Lago
油
El documento discute el tratamiento de las artistas pl叩sticas en la historiograf鱈a del arte espa単ol de posguerra. Argumenta que las mujeres artistas a menudo fueron marginadas y sus obras caracterizadas en t辿rminos de una supuesta "esencia femenina", lo que las exclu鱈a de los principales movimientos art鱈sticos. A pesar de esto, algunas mujeres como Julia Minguill坦n tuvieron 辿xito, aunque rara vez recibieron el mismo reconocimiento que sus hom坦logos masculinos. El documento tambi辿n examina las perspectivas de
3439_L. Y叩単ez_ Julia habilidosa y creativa (El Progreso 13.06.2020).pdfEncarna Lago
油
Julia Minguill坦n era una artista muy creativa y habilidosa que destacaba en m炭ltiples manualidades como la cocina, costura, dise単o de moda y accesorios, y escultura. Aunque inicialmente estudi坦 escultura, decidi坦 continuar con la pintura. Para preparar sus cuadros, constru鱈a detaladas maquetas de cart坦n de las escenas que luego pintaba, lo que le permit鱈a componer y modificar los elementos. Adem叩s de su talento art鱈stico, Julia dise単aba su propia ropa y accesorios de forma original.
3521_Firmado 1.pdf Julia Minguillon.pdfEncarna Lago
油
Francisco Leal Insua, viudo de la pintora Julia Minguill坦n, intervino en sus obras con la intenci坦n de autentificarlas y protegerlas de falsificaciones, pero termin坦 alterando muchas de ellas al firmar y escribir sobre los originales. Aunque tuvo buenas intenciones, su m辿todo perjudic坦 el estudio y valoraci坦n de la obra de Minguill坦n al causar confusi坦n sobre cu叩les firmas eran originales. Se necesita examinar las firmas en detalle para distinguir las hechas por la pintora de las a単adidas
Dorsales para traballar os ODS con obras da RMPLEncarna Lago
油
A trav辿s das obras dos museos impresos e tintas ecoloxicas sobre sabanas de lenzo fixemos estos dorsais para po単er o foco nos ODS.
O grupo convertiuse na UNESCo bus
4. A
A culpa foi dos figos.
Eu devezo polos figos, sobre todo os figos ver-
des. Unha vez, en setembro, papei unha enchente
deles e tiven que ficar dous d鱈as na cama sen
comer. Nun recanto do cadro hab鱈a pintados tres
figos e o detalle pareceume absurdo: os figos non
andan tirados polo chan dunha escola. Inclineime
para velos mellor e deb鱈n esvarar, porque o
seguinte que souben 辿 que estaba deitado boca
abaixo no piso e escoitaba a mestra dicir:
Axudade a Daniel... Mago叩cheste?
Non me magoei, non...
A鱈nda que a cabeza me daba voltas quer鱈a
facerme o valente. P炭xenme en p辿 sent鱈ndome
un pouco aparvado pero, cando mirei arredor,
estiven a punto de caer outra vez ao chan.
Onde estaba? Aquilo non era a sala do
Museo na que Enriqueta, a profesora de
debuxo, nos estaba explicando un momento
antes a pintura dos anos 40. Ademais a espilida
Enriqueta, co seu cabelo curti単o e tinxido en
mechas vermellas non pod鱈a terse transformado
naquela mestra, unha se単ora m叩is ben corpu-
lenta co cabelo escuro recollido nun mo単o, que
segu鱈a falando para os meus compa単eiros:
4
5. que estades todos amoreados no estremo
do banco. A ver, Digna, Pepa, bot叩devos un
chisco cara 叩 esquerda para deixarlle m叩is sitio a
Daniel...
Si, dona Dolores respondeu unha nena
supo単o que Digna que ti単a un libro aberto
na man.
Os meus compa単eiros? A ducia de rapazas,
sobre todo rapazas, e rapaces que ollaban para
min non eran os colegas da ESO de sempre, v鱈aos
por primeira vez na mi単a vida. As s炭as idades
percorr鱈an unha escala que 鱈a desde a nena loira
coas fazulas encarnadas que non deb鱈a ter m叩is
de seis ou sete anos, at辿 o mangall坦n da chaqueta
verde que me sacaba a cabeza. Vest鱈an roupas
moi raras, todas as rapazas 鱈an de saia e ningu辿n
levaba vaqueiros nin deportivas. Que digo depor-
tivas! Pero se todos calzaban zocas! Zocas de
madeira, que at辿 ese momento eu vira unica-
mente no escaparate dalg炭n zapateiro artes叩n ou
nos debuxos de Castelao. E, ao mirar para os
meus propios p辿s, comprobei que eu tampouco
levaba deportivas, sen坦n zocos de coiro, con sola
de madeira atados con amall坦s. A mi単a roupa era
semellante 叩 deles, un pantal坦n de pana marr坦n e
unha chaqueta da mesma cor.
5
6. 6
Aos poucos, unha hip坦tese disparatada foi
abrindo paso na mi単a cabeza. Eu deb鱈a estar
dentro do cadro dos figos, nunha escola do ano
40. Ao tropezar dar鱈a cun deses furados de
verme, que son como furados negros que comu-
nican d炭as dimensi坦ns do espazo e do tempo.
Polo menos iso di Marti単o, o meu irm叩n m叩is
vello, que quere estudar F鱈sica cando acabe o
bacharelato. Vaia leria! E qued叩base aqu鱈 para
sempre, sen a mi単a familia, sen os xogos de
ordenador, sen...? Ben, Daniel, d鱈xenme a min
mesmo, est叩s dentro dunha aventura. Unha his-
toria de ciencia ficci坦n. Aprov辿itaa o mellor
que poidas.
Seguimos coa lecci坦n dixo a mestra.
Acabaches a suma de quebrados, Arximiro?
Acabei, dona Dolores respondeu o lan-
gr叩n da chaqueta verde. Son vinte e tres quin-
tos, ou sexa catro enteiros e tres quintos.
Arximiro ti単a na man unha cousa negra,
semellante aos encerados de clase, pero m叩is
pequena e que, por estra単o que soe, parec鱈a feita
de pedra escura... Para tinta escura a que comecei
a suar eu, anticipando que a mestra pod鱈a pregun-
tarme e que non ti単a nin idea das lecci坦ns que se
aprend鱈an nos anos 40. Daquela a rapaza que
1
Contos de medo no Museo
7. estaba de p辿 xunto a Arximiro, a 炭nica que, co seu
abrigui単o encarnado, po単鱈a unha nota de cor
entre as roupas grises ou marr坦ns dos seus com-
pa単eiros, mirou para min, sorriume e tendeume o
libro que ti単a aberto na man.
Ti単a uns ollos grandes e escuros que turra-
ban de todo o que se mirase neles. Eu fiteinos e de
inmediato namoreime dela desesperadamente.
T坦cache a ti, Elvira chamou a mestra:
Que sabes de la utilidad del camello?
As鱈 que ese era o seu nome. Elvira, Elvira.
Saboreeino como far鱈a cunha lambetada. Elvira.
Non se me ocorr鱈a que puidese haber outro
nome m叩is bonito.
El camello dixo Elvira es llamado la nave
del desierto, pues transporta mercanc鱈as a trav辿s de la
inmensidad arenosa. Ni el hombre, ni el caballo, ni el
mulo, que es tan resistente, podr鱈an transportarlas
como el camello a trav辿s del desierto. Puede resistir
muchos d鱈as sin comer, gracias a su giba de grasa, y
sin beber, debido a las celdillas de su est坦mago que
almacenan agua. Cuando anda se mece de un lado a
otro, como un barco movido por las olas, y son
muchas las personas que al montarlo se marean
como si estuviesen navegando.
7
8. 8
Mare叩ndome, iso 辿 o que me ocorr鱈a a min,
como se estivese cabalgando a lombos dun
camelo ou dunha barca. Mirei o libro que me
dera Elvira, aberto pola lecci坦n do camelo.
Levaba por t鱈tulo Lecciones de Cosas II. Pero, que
lecci坦n me corresponder鱈a? Ter鱈a que falar do
bicho da seda, do xab坦n ou do caf辿? Ou talvez
me encargar鱈a facer contas na lousa de pedra
negra? Ti単a que preguntarlle a meu av坦, que foi
叩 escola nos anos 40, se escrib鱈a sobre rochas
como os homes das cavernas. A鱈nda que, lem-
brei, o meu av坦 estaba agora do outro estremo
do furado de verme, do tubo retorto polo que
eu chegara aqu鱈 ao tempo de Elvira.
Por fortuna non tiven que responder a pre-
gunta ningunha, pois nese intre a mestra mirou
pola fiestra, onde a luz oblicua do sol douraba
as bidueiras e abelairas vestidas de outono. Sus-
pirou (ou as鱈 mo pareceu) mentres anunciaba:
a hora. Acabou a clase, v辿monos ma単叩.
Os alumnos recolleron os libros, cadernos e
lapis nun pis pas. Eu devolv鱈nlle o seu a Elvira,
pero ela rexeitouno abaneando a cabeza:
Moitas grazas, se o necesito xa cho pedi-
rei ma単叩.
1
O bot坦n encarnado
9. Acenou en direcci坦n a unha caixi単a de
madeira cunha asa, similar 叩 que ela mesma ti単a
na man, de forma que comprend鱈n que deb鱈a
ser mi単a e botei o libro nela.
Todos 鱈an saudando a mestra e ela desped鱈a a
cada un polo seu nome:
Adeus, Teresa, Berta... At辿 ma単叩, Arxi-
miro, adeus Digna...
Ao final quedamos unicamente Elvira e mais
eu. Ela sa鱈u f坦ra e eu seguina porque non sab鱈a
que outra cousa facer. O alivio que experimen-
tara cando se interrompeu a clase estaba trans-
form叩ndose en medo. Todos marchaban para as
s炭as casas, pero eu non ti単a onde ir. Estaba s坦,
nunha pequena vila desco単ecida. Que 鱈a comer?
Onde pasar鱈a a noite? Deb鱈a ser mediod鱈a, pero
decateime de que nas r炭as non hab鱈a farois nin
sinais de luz el辿ctrica. Na imaxinaci坦n repre-
sentei os bosques que nos rodeaban tal como
ser鱈an dentro dunhas horas, envoltos na escuri-
dade e inzados de centos de ollos axexando,
ouleos de curuxas, quizais lobos... Nisto Elvira
interrompeu o meu matinar, preguntando:
Vas para a casa?
De momento non dixen eu, a鱈nda que
9
11. non expliquei que era por non ter casa ningunha
onde ir.
Tampouco eu. Comemos al鱈? indicando
un pequeno souto de casti単eiros, no l鱈mite
entre a vila e o bosque.
Asent鱈n, agradecido por non quedar abando-
nado ou, polo menos, retrasar o momento no
que ter鱈a que escoller entre apa単arme eu s坦 ou
pedir axuda, pero: Quen 鱈a escoitar unha histo-
ria que a min mesmo me parec鱈a incrible?
Elvira abriu a s炭a caixa, 叩 que ela chamaba cab叩s,
e tirou dela un pano de mesa anoado que deb鱈a
conter algo de comer. A鱈nda que pechou a tampa
decontado, observei que no interior non hab鱈a
libros, sen坦n outro pano de mesa que envolv鱈a algo
bastante m叩is voluminoso que a broa e o anaco de
queixo que tirou da s炭a. Eu imiteina, abrindo a
mi単a caixa e, con gran sorpresa, encontrei tam辿n
un pano de mesa cunha pouca boroa, un pedazo de
chourizo e unha maz叩. Na caixa hab鱈a as鱈 mesmo
unha navalli単a coas cachas de madeira.
Part鱈n pola metade o chourizo e a maz叩 para
darllo e ela fixo o mesmo co seu queixo. Bebe-
mos auga dun regato que cruzaba o souto. Pou-
cas comidas me souberon tan ben.
11
12. 12
Daniel... dixo Elvira de repente Podo
pedirche un favor?
Mireina aos ollos, aqueles ollos que eran
como os lagos escuros no cumio dos montes, e
foi ent坦n cando me decatei do que at辿 ese
momento, cismando nos meus problemas, non
observara: ela estaba tan asustada coma min.
No seu rostro p叩lido os ollos brillaban cunha
intensidade estra単a, como ascuas. Estiven por
dicirlle que pod鱈a pedirme o que quixese, que
agabease ao m叩is alto dun casti単eiro ou que
mergullase nun pozo, que estaba disposto a
facer calquera cousa con tal de que seguise
mir叩ndome e volvese a sorrirme como a pri-
meira vez, pero acabei dicindo unicamente:
Podes, Elvira, claro que si.
Antes de volver 叩 casa te単o que facer un
recado... ir ver o meu padri単o. Pero est叩 al叩
arriba, do outro lado do bosque. Podes acom-
pa単arme?
Podo, muller! Non 辿 favor ning炭n. Encan-
tado de cami単ar contigo polo bosque...
Cami単ar, cami単ar..., se cadra nalg炭n
momento hai que correr. Porque no bosque...
no monte... xa sabes...
1
Contos de medo no Museo
13. Saber, non sab鱈a, pero se ela confiaba en min,
non 鱈a decepcionala reco単ecendo que non ti単a
nin idea dos perigos, fosen animais feros ou
esp鱈ritos mal辿volos, que espreitaban no bosque,
das ameazas que nos pod鱈an obrigar a correr.
Por outra banda, ti単a d炭bidas de que eu fose
capaz de correr con aqueles zocos, a鱈nda que,
chegado o caso, se ti単a que meterlle un couce a
algu辿n, as solas reforzadas con chatolas ser鱈an
unha boa arma ofensiva. Non sab鱈a como era
capaz de cami単ar Elvira coas s炭as zocas abertas,
pero o certo 辿 que andaba moi lixeira e que, ao
principio, me custou seguirlle o paso.
O souto, o chan mol alfombrado de ourizos
rebentados nos que asomaban as casta単as, deu
paso a unha fraga encosta e m叩is fechada na que,
叩s veces, toxos e xestas se cruzaban no noso
cami単o, dificult叩ndoo. A鱈nda que eu son quen de
distinguir un toxo dunha xesta, Elvira lev叩bame
moita vantaxe. Mentres cami単abamos, sinalaba
arredor noso paxaros e plantas chamando a cada
un polo seu nome. Xa non 辿 que eu desco単ecese
o nome da maior parte deles, que para min
chasca e pimp鱈n fosen iguais ou que non pod鱈a
dicir se o paporrubio ti単a o peito vermello e a
rabarrubia o cu encarnado ou ao rev辿s, 辿 que, de
13
14. 14
non ser por ela, probablemente nin sequera me
decatase de que naquela p坦la hab鱈a un paxaro.
Cami単amos monte arriba cousa dunha hora.
Ela chimpaba por aquel terreo irregular como
se co単ecese cada pet坦n, cada cepa de carballo,
como se soubese onde deb鱈a po単er o p辿 para
non tropezar, e a s炭a carrapucha encarnada
chimpaba 叩s s炭as costas como un paxari単o que
a perseguira. Chegamos ao alto dun cumio e,
antes de baixar para cruzar a regueira e pasar ao
seguinte, parou e d鱈xome:
Non che dixen de todo cal era o recado...
Tampouco necesito sabelo interromp鱈n
eu. P鱈desme que vaia contigo e ch辿game.
porque me advertiron de que non pod鱈a
dicirllo a ningu辿n... Pero ti non llo vas contar
a... que meu padri単o est叩 no monte.
No monte? repet鱈n eu sen comprender.
No monte cos fuxidos, entendes? Os que
seguen coa guerra.
Estiven por preguntar que guerra, pero lem-
brei a tempo que un ano antes de 1940 acabara a
guerra civil. Algunha vez meu pai contara unha
historia dos antifranquistas que continuaron a
resistencia no monte. Ti単an un nome, como era?
1
O bot坦n encarnado
15. O maquis? dixen por fin, orgulloso de
recuperar aquela palabra que at辿 hoxe carecera de
significado preciso, como visigodo ou carabela.
Chisst! fixo Elvira, mirando aos lados,
como se o mato estivese inzado de o鱈dos que
espiasen a nosa conversa.
Agora compartiamos un segredo. Ela con-
fiaba en min, at辿 o estremo de contarme algo
do que prometera non falar. Isto era un motivo
de orgullo e, se non tem鱈a os perigos que podia-
mos correr levando mensaxes clandestinas aos
fuxidos, non era tanto por afouteza, sen坦n por-
que os lazos que se estaban anoando entre
Elvira e mais eu non me deixaban pensar en
m叩is nada.
Daquela, mentres eu a observaba apampado,
fixo unha cousa sorprendente: comezou a quitar
o abrigui単o encarnado. alle preguntar por que
o fac鱈a, advertirlle que 鱈a ter fr鱈o, cando vin que
o volv鱈a do rev辿s e que, polo outro lado, era
tam辿n un abrigo con carrapucha, pero de cor
marr坦n, dun ton semellante 叩s follas secas das
叩rbores que nos rodeaban. P炭xoo de novo e,
nun segundo, transformouse de Carrapuchi単a
encarnada en Carrapuchi単a parda. Unha carra-
puchi単a que tam辿n levaba de comer a algu辿n da
15
16. 16
familia, pero que fux鱈a de perseguidores m叩is
temibles que o lobo.
Ser叩 mellor que cami単emos por esa banda
dixo, sinalando unhas 叩rbores que cubr鱈an
parte da aba pola que ti単amos que baixar.
Comprend鱈n que debiamos agocharnos o m叩is
posible, confundirnos coa terra e as 叩rbores, e
agradec鱈n levar aquela chaqueta de pana escura e
non o meu chuvasqueiro laranxa e azul que que-
dara do outro lado do furado. Elvira tirou tam辿n
as zocas e colleunas na man. Debaixo levaba
unhas zapatillas negras de pa単o que, se non prote-
xer鱈an os seus p辿s da lama, si lle permitir鱈an andar
m叩is lixeira pendente abaixo.
O monte 鱈ase facendo cada vez m叩is fechado e
o cami単o m叩is dif鱈cil, pero ela, de cando en cando,
paraba e sorr鱈ame, un sorriso que me daba novos
azos. Ao cabo dun tempo desembocamos nunha
corredoiri単a e, de socato, unha voz sobresaltoume.
Quen vai?
Son eu... Elvira contestou a mi単a gu鱈a.
Se eu imaxinara os maquis como uns homes
curtidos, armados at辿 os dentes, o que chim-
pou no cami単o ante n坦s non pod鱈a ofrecer
unha imaxe m叩is distinta. Era un rapaz que
1
Contos de medo no Museo
17. representaba uns dezaseis ou dezasete anos,
mi炭do e barbilampi単o, cuns ollos tan claros
como escuros eran os de Elvira e que seme-
llaba m叩is asustado ca min. A chaqueta e o
pantal坦n que vest鱈a estaban tan remendados
que resultaba dif鱈cil identificar cal fora a tea
orixinal, e levaba un calzado distinto en cada
p辿. Empu単aba unha escopeta que ti単a a culata
medio partida e reparada cunhas latas.
E el? preguntou acenando para min Quen 辿?
Daniel, un amigo de toda confianza.
Ped鱈nlle que me acompa単ase porque te単o medo
a volver soa...
O rapaz asentiu e comezou a cami単ar diante
de n坦s, at辿 chegarmos a unha especie de porta
feita de p坦las que tapaba a entrada a un abrigo
entre dous pet坦ns. Dentro hab鱈a cinco homes
m叩is que acolleron a nosa chegada con exclama-
ci坦ns. Un deles, que ti単a o cabelo escuro e liso,
e os mesmos ollos penetrantes de Elvira, aper-
touna con forza, levant叩ndoa do chan.
Mi単a rula! Non te esperabamos at辿 o ven-
res... Que pasa?
Andan facendo unha batida... dixo
Elvira sen alento e as caras dos homes mostra-
17
18. 18
ron a s炭a preocupaci坦n. Que non saiades...
Ai non! rosmou un dos homes, que ti単a
unha venda manchada na cabeza E deixar que
nos cacen coma coellos... Eu prefiro morrer
combatendo.
Cala a boca, Ruzo retrucou outro que
ti単a a cara, case at辿 os ollos, cuberta dunha
espesa barba. O que pode ocorrer non 辿 que
morras pelexando, sen坦n que te tomen preso e
que te torturen antes de matarte. Ou 辿 que non
lembras...?
Pero o padri単o de Elvira interrompeu a dis-
cusi坦n cun aceno cara a n坦s.
Ben, ben... xa falaremos do que c坦mpre
facer. Eles vi単eron traer unha mensaxe e hai que
agradecerllo. Mellor estar avisados. Algo m叩is
Elvira?
Ah, isto!
A mi単a amiga abriu o cab叩s e tirou del o
envurullo m叩is grande que, unha vez aberto o
pano de mesa, resultou ser un anaco de lac坦n
cocido que fixo brillar os ollos dos fuxidos tanto
ou m叩is que a advertencia de Elvira.
Que ser鱈a de n坦s sen ti! dixo o home das
barbas Estariamos todo o tempo a dieta de
1
O bot坦n encarnado
19. casta単as e alg炭n coello que cae nas trampas que
arma o Ruzo...
Se me deixarades usar a escopeta protes-
tou o aludido comeriamos moito mellor...
Si, ho! Moito iamos durar se andases a
tiros polo monte...burlouse o barbas Dis-
para un e nun momento teriamos detr叩s a
todos os gardas...
Sen contar co mal que andamos de muni-
ci坦n interviu o rapaz que fac鱈a de sentinela
Te単o que facer garda coa escopeta descargada e
鱈as gastala nos coellos!
M叩is 炭til ser鱈a nun coello que se se che dis-
para sen querer, Tino contestou o Ruzo que
non daba o brazo a torcer.
Mentres o padri単o de Elvira, que a ti単a aper-
tada todo o tempo, caus叩ndome terribles celos,
bicouna de novo e dixo.
Ea rapaces, eu non quero botarvos, pero 辿
hora de marchardes, sen坦n vaivos coller a noite.
Era certo, e eu desconfiaba de que non caese
a escuridade antes de chegar de volta 叩 vila.
Non 辿 que tivese moita pr辿sa por chegar, por-
que volver鱈a a ter que resolver o meu problema
inicial: onde ir? Quizais no fondo confiaba en
19
21. pedirlle axuda a Elvira, coa que me un鱈a agora
aquela perigosa aventura. Desped鱈monos dos
fuxidos e comezamos o cami単o de volta.
A鱈nda que de momento hab鱈a luz o sol estaba
xa moi baixo, proxectando arredor noso sombras
de 叩rbores ou mato que se estarricaban como
espectros, ameazando po単erse en fileira nunha
roldi単a que turrase de n坦s no seu peregrinar sen
fin. Nunca me quitaran o sono as historias da
Santa Compa単a que nos contaba mi単a avoa nin as
pel鱈culas de vampiros, pero unha cousa 辿 ser
esc辿ptico ante un conto de medo na sala de estar
da t炭a casi単a e outra cami単ar medio perdido por
unha fraga 叩 hora en que os seres, que dormen
polo d鱈a, sexan mouchos e curuxas, mortos vivin-
tes, fantasmas ou 叩nimas en pena, comezan a
encher o lusco fusco cos seus murmurios e zuni-
dos. E se me sent鱈a perdido, a鱈nda que Elvira
parec鱈a ser capaz de encontrar o seu cami単o
naqueles montes cos ollos fechados, era non s坦
porque, se ela me deixase, non saber鱈a se ir cara ao
norte ou cara ao sur, sen坦n porque, a medida que
se achegaba o momento de separarnos, v鱈a m叩is
claro que eu era un estranxeiro descarreirado
naquel planeta onde a pesar de Elvira ningu辿n
me entender鱈a se eu falase de buscar tesouros nun
21
22. 22
nav鱈o intergal叩ctico dun xogo de ordenador, dos
sms ou dos Simpson, 辿 dicir do que falo cos meus
amigos todos os d鱈as.
Uuuuuh, Uuuuuh!
Un ouleo, para min inidentificable, rachou o
aire sobresalt叩ndome. Mirei para Elvira cos
ollos desorbitados.
Lobos?
Ela riu, tranquiliz叩ndome.
Pero Daniel! Nunca o鱈ches unha curuxa?
Non o鱈ra, non. A鱈nda que non llo 鱈a confesar
a Elvira, o certo 辿 que nos arredores do piso
onde vivo non ani単a curuxa ningunha e s坦 as
co単ezo das pel鱈culas e dos libros de ciencias.
Seguramente haber叩 curuxas en Lugo, pero eu
non as o鱈n na mi単a vida. E con toda seguridade
a maior parte dos meus amigos tampouco ser鱈an
capaces de distinguir o ouleo dunha curuxa dos
ouveos dos lobos, a pesar de matalos a centos na
pantalla do ordenador.
Temos que apurar un pouco dixo ela
para que non nos colla a noite no monte.
Apurar, con aqueles zocos, eu non pod鱈a
apurar moito m叩is. Se algu辿n cre que 辿 m叩is
1
Contos de medo no Museo
23. doado subir monte arriba que baixar, 辿 que
nunca andou polo medio do monte 叩 hora do
solpor. Os p辿s esvaran, as pedras van a rolos
at辿 meterse baixo os teus zapatos e as ra鱈ces
saen da terra, tendendo trampas aos descoida-
dos. Houbo un intre en que pensei que non
iamos chegar nunca, pero nese momento
Elvira volveuse cara a min:
D叩me a man dixo, tend辿ndome a s炭a.
Os obst叩culos esvaec辿ronse. Non desexaba
outra cousa que seguir cami単ando por aquela
fraga, cada vez m叩is escura, apertando na mi単a
man a manci単a de Elvira.
Por fin comezamos a baixar o monte que
chegaba at辿 o souto en que comeramos. A鱈nda
non se v鱈an as luces da vila, en realidade apenas
se v鱈a pois o sol se ocultarase case por com-
pleto, pero sabiamos que non faltaba moito
para darlle fin 叩 nosa viaxe. Eu deixei escapar un
suspiro e, nese intre, Elvira, apertando con m叩is
forza a mi単a man, turrou de min para detr叩s
dunhas matas de xesta, onde nos ani単amos.
Que...? empecei a preguntar eu.
Ela puxo un dedo nos beizos, ordenando
silencio. Agucei os o鱈dos, pero non fun capaz
23
24. 24
de escoitar nada, 辿 dicir, de identificar o son
que causara a preocupaci坦n de Elvira entre as
ducias de murmurios que a noite arrebolaba
sobre n坦s. Permanecemos as鱈, inm坦biles e case
sen respirar durante uns minutos que se me
fixeron longos como s辿culos e, despois, come-
cei a escoitar os pasos.
Os gardas moumeou Elvira, achegando a
boca ao meu o鱈do.
Quenquera que fose baixaba polo monte,
polo mesmo cami単o que seguiramos n坦s e
estaba moi preto. Pisaban forte e andaban apu-
rados. Uns segundos despois podiamos escoitar
o que falaban entre eles.
Non poden andar moi lonxe...
Ent坦n, por un ouveo que soou, baixi単o pero
ameazante, decat叩monos os dous a un tempo de
que tra鱈an un can. O agocho da xesta deixou de
ser un agocho. Pod鱈a ocultarnos da vista dos
homes, pero non do nariz do can.
Foi unha inspiraci坦n. Abr鱈n o cab叩s e coll鱈n o
pano de mesa que envolvera o chourizo, onde
eu botara os pelellos. Fixen unha peloti単a con
ela e, incorpor叩ndome, guindeina con toda a
forza que puiden en direcci坦n contraria 叩 vila.
1
O bot坦n encarnado
25. Despois turrei por Elvira para erguela.
Corre!
M叩is que correr, voabamos por riba dos
pet坦ns, polo medio dos toxos, sen preocupar-
nos das pugas, esquivando as p坦las das 叩rbores.
O ouveo do can soaba agora m叩is lonxe. Pasa-
mos como un l坦strego polo souto e chegamos
case ao p辿 das casas, ao acougo. Elvira deixou
de correr e dixo sen alento.
Daniel, non sei como agradecerche...
E eu, vendo os seus ollos negros tan brillan-
tes e os seus beizos tan encarnados, sent鱈n o
impulso de bicala. Dei un paso cara a ela e, por
culpa dos condenados zocos, tropecei e perd鱈n
o equilibrio. A man que ti単a tendida en direc-
ci坦n a Elvira conseguiu aferrarse unicamente ao
seu abrigo, abrindo os bot坦ns. A 炭ltima imaxe
que vin dela, antes de caer ao chan, foi o inte-
rior encarnado do abrigo que a enmarcaba
como a luz dunha lareira.
Cando recobrei o co単ecemento, estaba dei-
tado no piso da sala 18 do Museo e ti単a uns bei-
zos encarnados a dous cent鱈metros dos meus,
como se me fosen facer un boca a boca. Pero
non eran os de Elvira, sen坦n os de Enriqueta.
25
26. 26
Vaia susto que nos deches! Est叩s ben?
Non souben que responder. No cadro, a rapaza
do abrigo vermello miraba s坦 ao seu libro, non a
min. Ti単a o pu単o apertado e, ao abrilo, vin que
dentro hab鱈a un bot坦n encarnado.
1
Contos de medo no Museo